Recuerdo el amanecer en Gambia durante mi voluntariado


Despertarse con la familia, salir al portal para fundirte con el naranja del sol y el rojo de la tierra, oler el café, el ganado, el fuego ardiendo en la casa del vecino que observa ciegamente, escuchar el fluir del agua mezclado con las risas de los que se alegran porque su fuente les siga manteniendo vivos, respirar una brisa de viento con un aroma de una exquisita autenticidad y de repente, manos pequeñas acariciandote la espalda, abrazos en tus piernas, blancas sonrisas de felicidad, intensa ternura, miradas sinceras que te arañan el corazón, sorpresa de ser consciente que la magia del momento es real. Desde entonces… Desde ese primer amanecer, me quedé atrapado de su entrañable calidez y supe que nada tendría el mismo sabor en mi vida y que un pedazo de mi seguiría en Aborigen View.




Ahora que me marcho, sé que soy mejor persona gracias a los sabios autóctonos que me han mostrado lo más importante y lo he llegado a tocar con mis propias manos: felicidad.
Larga vida al proyecto, larga vida a mi nueva familia y próspera evolución para los que más lo necesitan.


